Reconstrucción
Un año en El Salado
Revista Semana
Desde hace un año, la Fundación Semana lidera un grupo de empresas privadas que trabajan por la reconstrucción de El Salado en alianza con el gobierno y las organizaciones comunitarias. Esta es una experiencia novedosa que muestra cómo la sociedad civil puede hacer parte del posconflicto y de la reconciliación nacional.
4 de diciembre de 2010
El Salado quedó en
ruinas. Después de que en el año 2000 los paramilitares mataron a 66
personas en una masacre que duró tres días, y que celebraron como si
fuera una fiesta, los sobrevivientes se fueron. Tres años después, cien
personas regresaron y empezaron a salvar lo que quedaba del otrora
pueblo próspero donde crecieron. Poco a poco otras familias fueron
retornando, hasta llegar a ser mil. Durante estos años han vivido muchas
penurias. Aislados por una carretera que es solo fango y sin
comunicaciones de ningún tipo, sin servicios médicos y precarios
recursos educativos, sin dinero para volver a cultivar las tierras que
se había comido la manigua. Todo lo que tenían lo habían perdido con la
guerra, y la destrucción era de tal magnitud que ninguna entidad estatal
por sí sola podía resolver el problema. Muy a pesar de que entidades
filantrópicas, como la Fundación Montes de María, siempre estuvieron
allí impulsando proyectos, la magnitud del desafío era muy grande.
Por
el inmenso daño sufrido, y por el esfuerzo espectacular que estaban
haciendo los saladeños para recuperar su pueblo, es que la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación definió a este caserío como uno
de sus proyectos pilotos de reparación. En ese contexto, en septiembre
del año pasado, la Fundación Semana, en cabeza de su directora, Claudia
García, empezó a liderar una campaña para la reconstrucción de El
Salado, convocando a la empresa privada para trabajar mancomunadamente
con el gobierno y la comunidad.
El país conoció la campaña a
través de medios de comunicación como La W Radio, Publicaciones Semana y
Caracol Televisión, entre otros, y de una manilla que diseñó la joyera
Mercedes Salazar. Así llegaron más de 50 compañías que hoy hacen parte
de una alianza que ya ha dado sus primeros frutos durante estos meses.
La
función principal de Fundación Semana ha sido darle soporte técnico y
de gestión a la comunidad de El Salado para que gestione sus propias
iniciativas de desarrollo, apoyar los proyectos que el gobierno viene
desarrollando y emprender proyectos propios que sean demandados por la
comunidad.
Para empezar, se diseñó una hoja de ruta que
actualmente se materializa en 14 proyectos que van desde construir una
casa de la cultura hasta adquirir tierras, proyectos para la reactivar
la economía, microcrédito, construcción del alcantarillado, mejoramiento
de la vía y apoyo psicosocial, entre otros. Para atender todos estos
proyectos, la Fundación Semana abrió una sede en El Salado, donde hoy
hay cinco funcionarios: dos ingenieros y tres profesionales del área
social, que trabajan mancomunadamente con la comunidad. "Fundación
Semana es la única institución que vino y se quedó", dice Ledys Ortega,
líder de ese corregimiento. La estrategia comunitaria y la ejecución del
proyecto las ha orientado la Fundación Carvajal, institución con una
reconocida trayectoria en este terreno. "El Salado puede convertirse en
una experiencia ejemplar que se pueda replicar en otras regiones del
país donde Estado y empresa privada pueden trabajar unidos", dice
Roberto Pizarro, director de esta Fundación.
No se trata de que
cada empresa done o regale lo que quiera a El Salado, sino que, según un
plan, se buscan las empresas que podrían atender las necesidades de la
gente. Y otro aspecto crucial de la filosofía de la intervención de esta
alianza es la
coordinación permanente con todas las entidades del sector público y la cooperación internacional.
El
mejor ejemplo de la filosofía con la que se está trabajando es la Casa
del Pueblo, un proyecto que los saladeños consideran prioritario como
espacio para la cultura y el encuentro. El arquitecto Simón Hosie,
premio nacional de arquitectura y con larga experiencia en trabajo con
comunidades, decidió vincularse y donar los planos de la Casa, que se
basaron en una profunda y minuciosa investigación histórica, etnográfica
y física de los habitantes del pueblo. El resultado fue un diseño de
dos espacios hechos para la memoria. "Ellos lavarán las lozas de la
cancha y después esta se convertirá en un campo santo, porque allí
ocurrió la masacre. Y la Casa del Pueblo, que está inspirada en los
ranchos que tienen las casas de El Salado en la parte de atrás, que es
donde transcurre la vida de ellos: donde se conversa, se toma tinto y se
hace la siesta", dice Hosie. La Casa ya se está construyendo, con
financiación de Coltabaco y el apoyo de muchas otras empresas y de la
comunidad, que está trabajando en convites.
Pero no todo ha sido
fácil. Como se sabe, los Montes de María es una de las regiones donde
hubo mayor despojo de tierras, y los proyectos para la agricultura en la
región se han chocado con múltiples obstáculos legales. Fundación
Semana, junto con la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM) decidieron apoyar con los estudios técnicos y la búsqueda de
tierras un proyecto de la Cnrr y Acción Social en 300 hectáreas, que
beneficiará a 62 familias. El proyecto fue calificado como el mejor del
país en lo técnico, pero aún no se sabe si los predios se podrán comprar
ya que una parte de ellos fue adquirida hace dos años por
inversionistas foráneos que compraron masivamente predios baratos a
personas afectadas por el desplazamiento y el conflicto.
En
otras áreas como la salud y las vías se puede ver la enorme dificultad
que tiene el Estado para atender las necesidades básicas de la población
que vive en regiones alejadas. A pesar de que la cooperación
internacional le entregó a El Salado un centro de salud bien dotado,
durante todo el año no fue posible que los gobiernos locales nombraran
un médico, dado los múltiples problemas de gobernabilidad que hay en la
región.
En los Montes de María el gobierno tiene un plan de
consolidación de largo plazo que contempla obras de desarrollo
concertadas con los gobiernos locales. Diego Molano, director de Acción
Social, cree que la intervención de Fundación Semana y sus aliados es
novedosa y positiva. "Les da sostenibilidad a los proyectos porque
tienen un enfoque productivo; segundo, al estar focalizados, tienen
contundencia; tercero, porque se ha desarrollado un diálogo entre sector
público y privado, y cuarto, porque con proyectos como el de la Casa
del Pueblo, diseñado por Hosie, se ha hecho una verdadera innovación en
la intervención social", dice. No obstante, Molano expresa una
preocupación, que comparten muchas instituciones, y es cómo hacer que la
empresa privada ayude a fortalecer al Estado en su versión local, con
ejemplos de calidad técnica y eficiencia en la ejecución, sin que los
alcaldes o gobernadores se sientan suplantados. Adicionalmente, que la
comunidad empiece a ser mucho más protagónica y corresponsable en todo
el proceso. "Bienvenidos, señores empresarios, pero aquí tenemos una
historia que contar", dice Eneida Narváez, otra líder de El Salado.
En
realidad, este es uno de los retos que tiene la sociedad colombiana con
el posconflicto. Por un lado, fortalecer a los gobiernos locales, y por
el otro, a la sociedad civil de estas regiones. "Lo de El Salado es
sobre todo una lección de paz", dice Eduardo Díaz, director de la
Fundación Alpina, miembro de la alianza. Porque finalmente de lo que se
trata esta experiencia es de ayudar a construir nación y Estado de
derecho en lugares que fueron colonizados, antes que nada, por la
violencia.
Esta experiencia es nueva en el país y apenas está
dando sus primeros pasos. Pero su resultado será sin duda un referente
para seguir esta tarea a mediano plazo en centenares de pueblos que lo
necesitan. Porque si la guerra ha sido larga, el posconflicto y la
reconstrucción lo serán mucho más.