El Sí de los Montes de María

Al son de Lucho Bermúdez

Dos años después de fundada, esta escuela de música continúa transformando la vida de cientos de jóvenes de la región.

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A finales de agosto, la escuela de música Lucho Bermúdez, en El Carmen de Bolívar, convocó a expertos en cantos de vaquería. “Una vieja tradición que está a punto de desaparecer”, según advierte Raúl Numerao González, quien vino desde Villavicencio a cantar y contar las historias de los vaqueros de los Llanos Orientales. “El ganado ya no se arrea, ahora se lleva en camiones, pero estos cantos los hacían nuestros abuelos, y de ahí surgen las músicas de muchas regiones del país”.
Esta tradición la corrobora Julio Cárdenas, nativo del Carmen de Bolívar, uno de los decimeros y repentistas más originales del Caribe: “Cuando el corralero arreaba las vacas, iba cantando coplas, era la forma de comunicarse con el animal. Se improvisaban versos con el nombre de la vaca, el caballo, esos cantos se hicieron canciones, se les puso gaita, acordeón, caña e’ millo, y apareció la música”.
Esos relatos y experiencias se comparten con estudiantes de las escuelas públicas del Carmen de Bolívar, reunidos en el acogedor auditorio de la escuela, con capacidad para 200 personas, en el que también estuvieron los cantadores Francisco Macea  y Juan Month.
Desde su inauguración, el 16 de julio de 2014, la escuela de música Lucho Bermúdez se trazó un objetivo: fomentar las prácticas culturales en una región de enorme vocación festiva y musical, que sufrió desde los años sesenta los estragos y horrores del conflicto armado.
El 5 de octubre de 2014 comenzaron las clases de manera formal, y gaitas, acordeones, tambores y cantos sonaron por primera vez en los salones acondicionados para impartir las clases. Ese día, rememora Alfonso, soñó con ver la región llena de melodías. Hoy, con orgullo y sin protagonismos, sabe que luego de dos años ese sueño comienza a ser
una realidad.    
En Montes de María ocurrieron 56 masacres y más de 1.500 familias fueron desplazadas, unas frías cifras que se quedan cortas en comparación con los relatos de violencia y barbarie que aún se escuchan en lugares como El Salado, Chalán, Guamanga, Ovejas, Macayepo, Morroa, Chengue, El Piñal, o San Jacinto. Esos mismos nombres evocan músicas de acordeón, gaitas, tamboras, clarinetes y nombres como Andrés Landero, Lucho Bermúdez, Toño Fernández, Eulalia  González, Félix Contreras, Petrona Martínez o  Rodrigo Rodríguez, quienes con sus cantos y composiciones siguen legando a las nuevas generaciones un patrimonio musical tan diverso como original.
Alfonso Cárdenas es el director de la escuela desde que abrió sus puertas a la comunidad. Músico y guitarrista consagrado, nacido en el Carmen de Bolívar, cuyo entusiasmo se irradia en las acciones y propósitos de la escuela. “Cuando me llamaron para comentarme la idea, estaba en Nueva York, y pensé: esta es la oportunidad de hacer algo por mi tierra, volver a mi lugar de infancia. Puse de inmediato mi experiencia y gestión para sacar el proyecto adelante. Luego de dos años, me siento feliz de trabajar por acrecentar la riqueza musical de los Montes de María y formar nuevos músicos que ya muestran su talento”, asegura Alfonso con una vitalidad contagiosa.
La Escuela de Música Lucho Bermúdez tiene el respaldo del Ministerio de Cultura. Es un modelo de formación musical en Colombia, que ha comenzado a mostrar su impacto en pueblos y veredas de Montes de María.
El maestro Alfonso reconoce que el enfoque es la música, pero de manera paralela se involucran otras expresiones artísticas como el teatro, la danza, la literatura. “La escuela —agrega— es la viva representación de lo que un proceso social puede generar. Lo que está logrando es histórico. En estos dos años conformamos la banda municipal, que es la base para la orquesta sinfónica, un proyecto que estamos pensando para los próximos dos años. Tenemos grupos de gaitas magníficos que han obtenido reconocimientos en festivales de la región. Vamos hacia delante con el respaldo de amigos y padrinos, pero sobre todo de los padres de los niños, que son el apoyo definitivo en esta propuesta”.
La cobertura de la escuela de música también ha ido aumentando. Estudiantes de 10 colegios públicos del Carmen de Bolívar son beneficiarios del proyecto, y, como una forma de cubrir otras zonas del territorio, los instructores se trasladan a corregimientos como El Salado, El Hobo, Caracolí, y San Isidro, en donde trabajan en la formación de nuevos talentos y la conformación de grupos musicales. Para el futuro se planea la implementación de escuelas satélites con profesores permanentes en esos corregimientos.   
Otros alumnos vienen de municipios como San Jacinto, San Juan y Ovejas, o veredas como Arroyo Hondo. Todos entusiasmados por el deseo de aprender a cantar o a tocar instrumentos como la gaita, el acordeón, la caja, el piano, la guitarra o la tambora.
“En corto tiempo la escuela se nos ha quedado pequeña. En estos momentos estamos atendiendo a 250 estudiantes fijos en esta sede, 200 que vienen de instituciones educativas de El Carmen, y 100 más en los corregimientos cercanos. Es un esfuerzo de un gran equipo de maestros y del personal administrativo que mostramos con orgullo, sabemos del talento y la riqueza musical de la gente Montemariana, y esa es nuestra verdadera inspiración”, destaca el maestro Cárdenas.  
Iván Andrés Novoa, tiene diez años. Vive con sus padres en el barrio Bureche del Carmen de Bolívar. Cursa quinto de primaria y lleva apenas una semana en clases de acordeón. Su dedicación es reconocida por su maestro, que lo ve como un ejemplo.
Iván Andrés se deslumbra por la forma en la que tocan acordeoneros como Iván Zuleta o Egidio Cuadrado. “Ese ha sido siempre mi sueño, tocar bien, ser un acordeonero importante, de los buenos, por eso estoy en la escuela. Es muy buena porque en una semana he aprendido bastante, ahora imagínese en un mes, voy a saber más”, dice Iván con madurez y serenidad. Su gran sueño es tener su acordeón para practicar y aprender los ejercicios que le dejan de tarea. Su papá vende guineo en una carretilla por las calles del Carmen y su mamá está desempleada.
Por esa razón, Iván sabe que será muy difícil tener su instrumento. “Por eso me pongo a practicar en la escuela, para aprovechar el tiempo y que el profesor me ponga otros ejercicios. Lo que más quiero es ser acordeonero”, insiste con seguridad.
La escuela es gratuita. Tiene diseñado un plan para que particulares y entidades apadrinen a niños como Iván, con lo que se subvenciona la compra de sus instrumentos y los gastos de transporte. “Hay gente que apoya a aquel que no tiene, nosotros mismos aquí tenemos ahijados, y a los muchachos que tienen talento los apoyamos, porque esa es nuestra alegría, verlos crecer musicalmente, como seres humanos formados en la tradición de nuestro folclor”, asegura Alfonso Cárdenas, con satisfacción.
La atención de la escuela no solo se concentra en lo musical. Por estar en una zona que sufrió la violencia y el desplazamiento, los estudiantes cuentan con un sicólogo que atiende a los niños y a las familias víctimas del conflicto armado.
La escuela de música Lucho Bermúdez es el mejor ejemplo de la transformación y cohesión comunitaria, en las que el talento y la creatividad y la cultura siguen transformando los territorios. 

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