Por Claudia Garcia, Directora de la Fundación
Después de ocho años de trabajo en la región de los Montes de María, la Fundación Semana ha recogido múltiples aprendizajes: que el desarrollo significa administrar desde lo más pequeño, donde suelen encontrarse las marañas de los procesos; que legalizar un lote para que el Estado pueda invertir en una cancha de fútbol o en un colegio, por ejemplo, o aportar un diseño para lograr un acueducto o un alcantarillado, o conseguir aliados comerciales para impulsar un proyecto productivo, son esfuerzos que parten de allá, de lo pequeño, y para el éxito de los cuales es fundamental entender cada problemática en su contexto, antes de tratar de replicar un modelo igual para todo.
Aprendimos que lo importante es fundamentar procesos más que proyectos; saber que esos procesos dependen de las comunidades mismas, y que nuestro papel está en ayudar a articular distintos actores públicos y privados alrededor de ellos.
Con estos aprendizajes, la junta directiva de la Fundación Semana decidió escalar su trabajo a toda la región de los Montes de María, y convertir esta alianza público-privada en una herramienta al servicio de la región y no solo de unos pocos corregimientos.
Fue así como se hizo el proyecto de la Hoja de Ruta hace dos años, que comprendió conocer el territorio desde su ruralidad, bajo la claridad de que nuestro radio de acción serían los 16 municipios y 137 corregimientos de los Montes de María, aquella zona enclavada entre los departamentos de Sucre y de Bolívar, cuyas poblaciones, en muchos casos, son de difícil acceso.
El objetivo era entender las problemáticas, pero a la vez las oportunidades que permitieran ver un camino posible de trabajo conjunto. Y eso arrojó, después de un año de labores, algunas conclusiones consensuadas, como que el problema más complejo en la región tiene que ver con el agua.
El 95% de las poblaciones rurales de la región no tiene acceso al agua de consumo; su manera de acceder a ella es a través de jagüeyes o reservorios de donde también beben los animales. Los habitantes deben disputarse el acceso al agua con los animales y el ganado. El agua de riego, a su vez, o la falta de ella, también configura uno de los problemas centrales. Menos del 5% de los campesinos tiene riego adecuado para sus cultivos.
Dentro del diagnóstico, detectamos la falta de vías terciarias como otro de los factores a resolver. La mayoría de estas comunidades tienen grandes problemas para acceder a sus pueblos, sacar sus productos al mercado, facilitar accesos a médicos y profesores, y conectarse con su propia región.
Aparte de la escasez del agua y las pocas vías de acceso, el tercer aspecto susceptible de mejorar tiene que ver con el desarrollo productivo.
Aunque es una región rica en productividad, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) encontró que hay siete eslabones de intermediación entre el productor y el comprador final, con lo cual se hace imposible que un campesino adquiera una rentabilidad mínima sobre los productos que cultiva: el transporte, la falta de información sobre precios y comercios, la falta de conectividad, de agua y de asistencia técnica, lo vuelve poco competitivo.
Para ciudades de la zona, como Cartagena o Sincelejo, termina siendo más rentable importar productos de otras ciudades, antes que obtenerlos de la región que tienen a la vuelta de la esquina. Los Montes de María podría ser la despensa de muchas ciudades caribeñas. Su potencial es inmenso, pero la carencia de unos factores básicos no han permitido, a la fecha, que ello suceda.
Las políticas publicas en Colombia han estado enfocadas más hacia las ciudades que hacia las zonas apartadas del país.
Un campesino puede tener carné de salud, pero si necesita tomar un jeep Willys y pagar 30 mil pesos para que lo vea un médico, y luego pagar otro tanto para ir a otro lugar a que le entreguen la medicina, su situación se vuelve imposible. Los niños pueden tener cupo en un colegio, pero si un estudiante debe caminar tres horas para asistir a clases, sus padres prefieren no enviarlo.
Por eso, este esfuerzo colectivo debe coincidir en maneras innovadoras de aterrizar políticas públicas y encontrar maneras de que funcionen para las poblaciones rurales apartadas.
La nueva estrategia de la Fundación Semana pretende articular esfuerzos públicos, privados, de cooperación y de comunidades en torno a estos grandes temas y, probablemente, el reto más grande y el que hemos asumido con mayores energías, tiene que ver con el agua.
Por eso creamos una mesa de agua con las distintas entidades que tienen información en la materia: desde el Ministerio de Agricultura hasta el Ideam. Recopilamos información de diversa procedencia: desde análisis de los fenómenos de El Niño y de La Niña en la región, hasta los niveles de precipitación y los acuíferos que existen, y a partir de ese compendio diseñamos una ruta de solución. Una de ellas fue la creación, con profesionales, de una unidad de agua, y la división del uso entre consumo y riego, con el objetivo de generar pilotos que ayuden a encontrar soluciones concretas, sostenibles y replicables.
Por lo anterior se está cristalizando la idea de abrir una agencia de desarrollo para la región, en la sede de Corpoica de El Carmen de Bolívar, con tres objetivos: articular entes públicos y privados alrededor del desarrollo de la región; crear un epicentro de gestión del conocimiento que centralice toda la información para tomar mejores decisiones; y fundar un lugar en donde se fortalezcan las cadenas productivas de la región que hoy existen, pero que atraviesan enormes dificultades: cómo convertir la producción de miel, ñame, cacao o tabaco negro en oportunidades rentables para las familias campesinas.
El reto, al final, es acercar esos “dos países” que pertenecen a siglos tan distintos: cómo volver viable a esa mitad de la población colombiana que vive en el campo. Cómo hacer que lo jóvenes se queden en el campo, pero no a la antigua manera de sus padres o abuelos, a punta de azadón y caminando grandes distancias, sino con tecnología, con información y con la expectativa de ser empresarios del campo.
La Fundación Semana lleva ocho años trabajando en la región de los Montes de María con un buen saldo de aprendizajes y lecciones aprendidas, y en medio de la coyuntura más importante para el país, esa que tiene que ver con la paz y el reto del posconflicto.
Estar en el territorio de Montes de María nos ha ayudado a comprender que la paz no depende de plebiscitos, porque en esta región comenzó hace mucho: estar presentes en la zona nos ha permitido ser testigos de la valiente resistencia de las comunidades que han sufrido los horrores de la guerra, y su voluntad pacífica; hemos aprendido lo que significa el liderazgo, pero no solo el de las movilizaciones políticas, sino el de profesores de colegios que trabajan para hacer que más niños de zonas dispersas tengan educación; jóvenes que, sin recibir nada a cambio, trabajan por convertir los deportes en un camino sano y seguro; mujeres que crean empresas con un emprendimiento ejemplar.
Y también, por supuesto, actores políticos que no entienden su oficio como una transacción de votos, sino como una manera de influir, de construir una sociedad civil sólida.
En ese sentido, el espacio creado hace unos años con el apoyo de líderes de la zona como Juan Pablo Lederach y Ricardo Esquivia, ha pretendido crear diálogos entre improbables y articular procesos distintos en pro de un mismo objetivo: ponernos de acuerdo en lo elemental, en el desarrollo de un mismo territorio en el que confluyan agendas y pensamientos distintos, que seamos capaces de constatar que esta región, donde en el pasado primó la violencia, se ha convertido hoy en un símbolo de construcción de paz.